Esta vez algo totalmente distinto. Adiós a ciudades, urbes,
civilización,teléfonos móviles, ordenadores, centros comerciales, coches,
ruidos – bienvenidos a la naturaleza - sin internet, sin cobertura de móvil,
sin tiendas y en vez de coches… canoas. Si, si, como las de los indios pero en
vez de madera, hechas de fibra de carbono. ¿Y dónde todo esto?
En EE.UU. y para
ser más exacto en los estados de Missouri y Arkansas. Fuimos 6 personas en 4
canoas (2 dobles y 2 individuales). De los seis, cinco eran habituales de los
descensos de ríos y yo era el único que en la vida se había subido a una canoa.
Hace muchos años sí que me subí a un kayak, pero en plan de recreo. Podría
decir que aquella experiencia fue como “un paseo en el parque del Retiro de Madrid”.
Y aquí me encontré en la orilla del rio Current en Missouri, dentro de Parque
Nacional Ozark.
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primer contacto con el río Current |
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agua cristalina |
Un rio de casi 300 km de largo, no muy profundo, bastante manso,
donde el agua baja a una velocidad de 5 – 10 km/h y con algunos rápidos, no muy
importantes para los experimentados, pero que a mí me parecieron las cataratas
del Niágara. Como la mayoría de este tipo de cosas en USA, todo está muy bien
organizado. Se llega a un punto donde te alquilan las canoas (no es nada caro),
subes a unas furgonetas que las remolcan y te llevan río arriba hasta uno de
los puntos de embarque. Son varios y según la duración del descenso que uno
quiere, te llevan a uno u otro. Nosotros elegimos un descenso de 4 días (en
total unos 90 km). En el punto de embarque te entregan las canoas, unos sacos
para la basura (que luego hay que devolver lleno con la que se ha generado
durante la travesía), las palas para remar y… buen descenso. Como por el camino
no se pasa por ninguna población hay que llevar provisiones de todo. Desde pan,
agua (aunque la del rio es bebible), carnes y salchichas para barbacoa,
cerveza, vinos, etc. Hasta un pequeño botiquín por si acaso, machete y hacha
para cortar leña, cuerdas para atar los bultos a la canoa. Vamos, como cuando
uno va a un campamento con tiendas de campaña.
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embarcando - hay que llevar las provisiones para todo el recorrido |
Por mi parte, el dolor más
grande de cabeza era qué hacer con el equipo de fotografía. Estaba seguro de que
a la primera de cambio me encontraría con la canoa volcada y todo el equipo en el
agua. Para asegurarme, me hice con un maletín especial estanco, resistente al
agua incluso a 2 metros de profundidad. Esto solucionó en parte el problema. El
otro era cómo sacar la cámara de fotos de este maletín, sentado en una canos
poco estable (por lo menos para mí, al principio, aquello parecía un balancín)
e intentar hacer una foto que no estuviera movida y a la vez, vigilar que el
agua no salpicara el equipo, y sin olvidar que la canoa debía ir en la
dirección correcta. Era cuestión de práctica, costó un poco pero lo conseguí.
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en marcha |
No volqué ni una sola vez y tampoco hundí la cámara. Bien, después de atar
todos los enseres a la canoa, salimos al rio. Primera impresión – que vamos a
50 km/h. Las ramas de los árboles, las piedras en el rio, los troncos caídos en
el agua, aparecían cada rato y había que esquivarlos ya que cualquier contacto
con ellos podía producir la caída. Así que durante las primeras 2-3 horas ni me
acordé de las fotos, ni tampoco tengo muchos recuerdos del paisaje ya que
estaba concentrado al 100% en mantenerme a flote y no perder los enseres. A
partir de entonces ya me relajé un poquito, cogí el truco de manejo de la canoa
y empezó el disfrute.
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primeras fotos |
Después de años de trabajar, estar a diario entre
multitud de gente, tráfico, prisas, teléfonos, noticias, TV, o sea rodeado de
lo cotidiano, encontrarse uno en plena naturaleza donde no existe nada de esto,
al principio resulta chocante. El silencio es total. No se oye nada salvo los
sonidos de la naturaleza. Los pájaros, las hojas de los arboles mecidas por la
brisa, el susurro del agua roto por los saltos de las truchas, el bramido de
los ciervos. Y cuando para totalmente el aire, un poco antes del amanecer,
desciende un silencio total que permite ya, no solamente escuchar el latido de
tu propio corazón sino el mismo flujo de la sangre en la venas. Uno acaba de
entender la palabra relax, paz, descanso, desconexión. Para los que les guste o
quieran encontrarse consigo mismo, es un lugar perfecto. Yo, como ya me había
encontrado conmigo mismo desde el mismo día en que nací, no necesité llegar
hasta tanta profundidad de pensamientos, pero lo que es relax y desconexión –
disfruté a lo máximo.
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relax absoluto |
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sin prisas |
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disfrutando todo el tiempo |
Desayunar, almorzar y cenar al lado de una hoguera,
asando las truchas recién pescadas, (hay que comprar una licencia de pesca para
diferentes tramos del rio y la cantidad de peces es limitada) que prácticamente
se suicidaban en el anzuelo no tiene precio.
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una parada para tomar una cerveza |
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aperitivo antes de cenar |
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una de trucha por favor |
Lo curioso es que estando en el
Parque Nacional, donde no tocan absolutamente nada y con esto se entiende que,
por ejemplo, si cae un árbol atravesando un cauce y provocando un atasco que
puede originar un cambio de la trayectoria del mismo, ahí se quedan el árbol y
el atasco, sí se puede hacer una hoguera, se puede utilizar la madera, se puede
hacer prácticamente todo, pero en caso de cualquier percance, la responsabilidad
es tuya, con reparación de daños incluida. No hace falta decir que todo está
muy limpio, nadie deja nada, todos cuidan sus fuegos, los apagan al terminar,
recogen su basura y siguen su camino.
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el hipnotizante fuego de la hoguera |
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amanecer |
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preparando el fuego antes de desayunar |
Al ser la primera vez que participaba en
un descenso por río y quedar alucinado con ello, los 4 días me parecieron poco.
Con un amigo decidimos prolongar el viaje y al llegar al lugar de partida donde
dejamos las canoas y la basura, subimos al coche y nos dirigimos al estado de
Arkansas. Desde allí, Buffalo Recreation Point, empezamos el descenso por el Buffalo
River. Otros tres días para disfrutar quizás de una naturaleza más salvaje
todavía. Tres días enteros sin ver un ser humano, sin oír el ruido de un coche,
solamente nosotros dos y lo que nos rodeaba. Frondosos bosques, agua
cristalina, animales y pájaros.
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camino hacia Buffalo River |
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Buffalo River |
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rodeados de fauna y flora |
Completamente aislados del mundo. No existía noción
del tiempo salvo la que nos recordaba el hambre y la luz del día y de la noche.
El cielo lleno de estrellas parecía que se podía tocar con las manos, daban
ganas de robar algunas. Los sonidos de la noche, los animales merodeando
alrededor, las huellas de algunos que se podía ver por la mañana a 2 metros de
las tiendas de campaña…esto no tiene precio. Y qué contar de las comidas
alrededor de la hoguera. Lentas, pausadas, disfrutando de cada bocado después
de 10 horas de remar, que aunque no era a un ritmo fuerte, provocaban que al
final del día se sintiera un placentero cansancio.
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fuego listo para preparar la cena |
Buffalo River es todavía más
bonito que Current River, más grande, algo más profundo y algo más lento. Paredes
verticales de roca, grandes bosques, algunas playas pequeñas, unas de arena,
otras de pequeñas piedras, acompañan durante todo recorrido. El color verde con
todas sus tonalidades predomina en el paisaje y es un auténtico gozo para los
ojos.
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paredes verticales de roca... |
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...bosques frondosos |
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toda la gama de tonalidades del verde |
El aire limpio a rabiar penetra por los pulmones y hasta cuesta menos
respirar. El Buffalo River es afluente de White River, un rio todavía más
grande en el que nos adentramos al tercer día. En algunos lugares de hasta 3-4
m de profundidad y hasta 200 m de ancho, este parecía ya una autovía. Con menos
obstáculos y una corriente apenas perceptible, exigía más esfuerzo al remar.
Pero después de casi una semana haciéndolo, esto ya no era ningún problema. Ni un
tremendo chaparrón que cayó durante unos 45 minutos consiguió mermar mis fuerzas
y menos aún mis ánimos.
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White River |
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garza gris |
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buitres al asecho |
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igual que nosotros las garzas pasaban de la lluvia |
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hay tantas que cada 50 m. había alguna marcando su territorio de caza |
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curiosa neblina después de la lluvia |
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y las truchas no paraban de picar |
El sol que salió inmediatamente después, secó todo en
nada de tiempo. A última hora del día llegamos al pequeño pueblo de Norfolk
donde terminó nuestra aventura.
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llegando a Norfolk |
El día siguiente todavía salimos al río a
pescar truchas (unas 45 piezas en 2 horas escasas) y después de devorarlas
(algunas asadas, otras ahumadas) partimos de vuelta a casa.
Resumiendo: Un
viaje totalmente distinto, no es para todos, pero casi. Sobre todos a los que
quieren desconectar del mundo, porque aunque lleven su móvil y su ordenador
estarán desconectados. Se necesita un poco de preparación en el sentido de
llevar cosas adecuadas y necesarias, y olvidarse de otras (ahí lo que menos
importa es la ropa). Tampoco es un viaje caro ya que las provisiones se compra
en supermercados (y en EE.UU son mucho más baratos) y el alquiler de las canoas
es muy barato y asequible para todos. El gasto más importante es el billete de
avión para llegar hasta allí, pero haciéndolo con bastante antelación se puede
conseguir unas tarifas aéreas muy ajustadas. Así que, si no te importa dormir
bajo las estrellas o en la tienda de campaña y quieres sentirse aventurero/explorador,
esta es una opción extraordinaria. Lo malo es que una vez lo has probado, antes
de volver, uno se plantea cuándo y dónde emprender otro descenso
por algún río.
P.D.
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