martes, 18 de noviembre de 2014

piragüismo en Missouri y Arkansas (USA)

                     Esta vez algo totalmente distinto. Adiós a ciudades, urbes, civilización,teléfonos móviles, ordenadores, centros comerciales, coches, ruidos – bienvenidos a la naturaleza - sin internet, sin cobertura de móvil, sin tiendas y en vez de coches… canoas. Si, si, como las de los indios pero en vez de madera, hechas de fibra de carbono. ¿Y dónde todo esto?
En EE.UU. y para ser más exacto en los estados de Missouri y Arkansas. Fuimos 6 personas en 4 canoas (2 dobles y 2 individuales). De los seis, cinco eran habituales de los descensos de ríos y yo era el único que en la vida se había subido a una canoa. Hace muchos años sí que me subí a un kayak, pero en plan de recreo. Podría decir que aquella experiencia fue como “un paseo en el parque del Retiro de Madrid”. Y aquí me encontré en la orilla del rio Current en Missouri, dentro de Parque Nacional Ozark.                    
primer contacto con el río Current

agua cristalina
                            Un rio de casi 300 km de largo, no muy profundo, bastante manso, donde el agua baja a una velocidad de 5 – 10 km/h y con algunos rápidos, no muy importantes para los experimentados, pero que a mí me parecieron las cataratas del Niágara. Como la mayoría de este tipo de cosas en USA, todo está muy bien organizado. Se llega a un punto donde te alquilan las canoas (no es nada caro), subes a unas furgonetas que las remolcan y te llevan río arriba hasta uno de los puntos de embarque. Son varios y según la duración del descenso que uno quiere, te llevan a uno u otro. Nosotros elegimos un descenso de 4 días (en total unos 90 km). En el punto de embarque te entregan las canoas, unos sacos para la basura (que luego hay que devolver lleno con la que se ha generado durante la travesía), las palas para remar y… buen descenso. Como por el camino no se pasa por ninguna población hay que llevar provisiones de todo. Desde pan, agua (aunque la del rio es bebible), carnes y salchichas para barbacoa, cerveza, vinos, etc. Hasta un pequeño botiquín por si acaso, machete y hacha para cortar leña, cuerdas para atar los bultos a la canoa. Vamos, como cuando uno va a un campamento con tiendas de campaña. 
embarcando - hay que llevar las provisiones para todo el recorrido

                            Por mi parte, el dolor más grande de cabeza era qué hacer con el equipo de fotografía. Estaba seguro de que a la primera de cambio me encontraría con la canoa volcada y todo el equipo en el agua. Para asegurarme, me hice con un maletín especial estanco, resistente al agua incluso a 2 metros de profundidad. Esto solucionó en parte el problema. El otro era cómo sacar la cámara de fotos de este maletín, sentado en una canos poco estable (por lo menos para mí, al principio, aquello parecía un balancín) e intentar hacer una foto que no estuviera movida y a la vez, vigilar que el agua no salpicara el equipo, y sin olvidar que la canoa debía ir en la dirección correcta. Era cuestión de práctica, costó un poco pero lo conseguí. 
en marcha
                            No volqué ni una sola vez y tampoco hundí la cámara. Bien, después de atar todos los enseres a la canoa, salimos al rio. Primera impresión – que vamos a 50 km/h. Las ramas de los árboles, las piedras en el rio, los troncos caídos en el agua, aparecían cada rato y había que esquivarlos ya que cualquier contacto con ellos podía producir la caída. Así que durante las primeras 2-3 horas ni me acordé de las fotos, ni tampoco tengo muchos recuerdos del paisaje ya que estaba concentrado al 100% en mantenerme a flote y no perder los enseres. A partir de entonces ya me relajé un poquito, cogí el truco de manejo de la canoa y empezó el disfrute. 
primeras fotos

                            Después de años de trabajar, estar a diario entre multitud de gente, tráfico, prisas, teléfonos, noticias, TV, o sea rodeado de lo cotidiano, encontrarse uno en plena naturaleza donde no existe nada de esto, al principio resulta chocante. El silencio es total. No se oye nada salvo los sonidos de la naturaleza. Los pájaros, las hojas de los arboles mecidas por la brisa, el susurro del agua roto por los saltos de las truchas, el bramido de los ciervos. Y cuando para totalmente el aire, un poco antes del amanecer, desciende un silencio total que permite ya, no solamente escuchar el latido de tu propio corazón sino el mismo flujo de la sangre en la venas. Uno acaba de entender la palabra relax, paz, descanso, desconexión. Para los que les guste o quieran encontrarse consigo mismo, es un lugar perfecto. Yo, como ya me había encontrado conmigo mismo desde el mismo día en que nací, no necesité llegar hasta tanta profundidad de pensamientos, pero lo que es relax y desconexión – disfruté a lo máximo. 
relax absoluto

sin prisas
disfrutando todo el tiempo

                            Desayunar, almorzar y cenar al lado de una hoguera, asando las truchas recién pescadas, (hay que comprar una licencia de pesca para diferentes tramos del rio y la cantidad de peces es limitada) que prácticamente se suicidaban en el anzuelo no tiene precio. 
una parada para tomar una cerveza

aperitivo antes de cenar
una de trucha por favor

                           Lo curioso es que estando en el Parque Nacional, donde no tocan absolutamente nada y con esto se entiende que, por ejemplo, si cae un árbol atravesando un cauce y provocando un atasco que puede originar un cambio de la trayectoria del mismo, ahí se quedan el árbol y el atasco, sí se puede hacer una hoguera, se puede utilizar la madera, se puede hacer prácticamente todo, pero en caso de cualquier percance, la responsabilidad es tuya, con reparación de daños incluida. No hace falta decir que todo está muy limpio, nadie deja nada, todos cuidan sus fuegos, los apagan al terminar, recogen su basura y siguen su camino. 
el hipnotizante fuego de la hoguera
amanecer

preparando el fuego antes de desayunar

                          Al ser la primera vez que participaba en un descenso por río y quedar alucinado con ello, los 4 días me parecieron poco. Con un amigo decidimos prolongar el viaje y al llegar al lugar de partida donde dejamos las canoas y la basura, subimos al coche y nos dirigimos al estado de Arkansas. Desde allí, Buffalo Recreation Point, empezamos el descenso por el Buffalo River. Otros tres días para disfrutar quizás de una naturaleza más salvaje todavía. Tres días enteros sin ver un ser humano, sin oír el ruido de un coche, solamente nosotros dos y lo que nos rodeaba. Frondosos bosques, agua cristalina, animales y pájaros. 
camino hacia Buffalo River

Buffalo River









rodeados de fauna y flora

                         Completamente aislados del mundo. No existía noción del tiempo salvo la que nos recordaba el hambre y la luz del día y de la noche. El cielo lleno de estrellas parecía que se podía tocar con las manos, daban ganas de robar algunas. Los sonidos de la noche, los animales merodeando alrededor, las huellas de algunos que se podía ver por la mañana a 2 metros de las tiendas de campaña…esto no tiene precio. Y qué contar de las comidas alrededor de la hoguera. Lentas, pausadas, disfrutando de cada bocado después de 10 horas de remar, que aunque no era a un ritmo fuerte, provocaban que al final del día se sintiera un placentero cansancio. 
fuego listo para preparar la cena

                        Buffalo River es todavía más bonito que Current River, más grande, algo más profundo y algo más lento. Paredes verticales de roca, grandes bosques, algunas playas pequeñas, unas de arena, otras de pequeñas piedras, acompañan durante todo recorrido. El color verde con todas sus tonalidades predomina en el paisaje y es un auténtico gozo para los ojos. 
paredes verticales de roca...

...bosques frondosos

toda la gama de tonalidades del verde

                         El aire limpio a rabiar penetra por los pulmones y hasta cuesta menos respirar. El Buffalo River es afluente de White River, un rio todavía más grande en el que nos adentramos al tercer día. En algunos lugares de hasta 3-4 m de profundidad y hasta 200 m de ancho, este parecía ya una autovía. Con menos obstáculos y una corriente apenas perceptible, exigía más esfuerzo al remar. Pero después de casi una semana haciéndolo, esto ya no era ningún problema. Ni un tremendo chaparrón que cayó durante unos 45 minutos consiguió mermar mis fuerzas y menos aún mis ánimos. 
White River

garza gris
buitres al asecho
igual que nosotros las garzas pasaban de la lluvia

hay tantas que cada 50 m. había alguna marcando su territorio de caza
curiosa neblina después de la lluvia

y las truchas no paraban de picar

                        El sol que salió inmediatamente después, secó todo en nada de tiempo. A última hora del día llegamos al pequeño pueblo de Norfolk donde terminó nuestra aventura.
llegando a Norfolk

                        El día siguiente todavía salimos al río a pescar truchas (unas 45 piezas en 2 horas escasas) y después de devorarlas (algunas asadas, otras ahumadas) partimos de vuelta a casa. 

Resumiendo: Un viaje totalmente distinto, no es para todos, pero casi. Sobre todos a los que quieren desconectar del mundo, porque aunque lleven su móvil y su ordenador estarán desconectados. Se necesita un poco de preparación en el sentido de llevar cosas adecuadas y necesarias, y olvidarse de otras (ahí lo que menos importa es la ropa). Tampoco es un viaje caro ya que las provisiones se compra en supermercados (y en EE.UU son mucho más baratos) y el alquiler de las canoas es muy barato y asequible para todos. El gasto más importante es el billete de avión para llegar hasta allí, pero haciéndolo con bastante antelación se puede conseguir unas tarifas aéreas muy ajustadas. Así que, si no te importa dormir bajo las estrellas o en la tienda de campaña y quieres sentirse aventurero/explorador, esta es una opción extraordinaria. Lo malo es que una vez lo has probado, antes de volver, uno se plantea cuándo y dónde emprender otro descenso por algún río. 
P.D.
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lunes, 8 de septiembre de 2014

Cracovia - la joya de la corona...

              La segunda ciudad más grande de Polonia, con casi 1,5 millones de habitantes en su área metropolitana, está situada a orillas del río Vístula en el sur de Polonia, en el voivodato de Pequeña Polonia del cual es su capital. Hallazgos arqueológicos confirman la presencia de un importante asentamiento humano en el lugar que data de la época de la Edad de Piedra. Hay documentos que confirman allá por el año 966, la existencia de un relevante núcleo comercial con su actual nombre. En la segunda mitad del siglo XIII fue destruida por completo en 3 ocasiones por los tártaros, siendo reconstruida otras tantas veces. Desde el año 1038 hasta el 1596, Cracovia fue la capital de Polonia. La importancia de la ciudad se acrecentó cuando el rey Casimiro III de Polonia fundo la Universidad de Cracovia en el año 1364, un importante centro de estudios que hasta hoy sigue siendo un de las más prestigiosos en esta parte de Europa. Es importante recordar que hasta finales del siglo XVII, Polonia fue una auténtica potencia, un imperio cuya influencia abarcaba un enorme territorio que abracaba desde el mar Báltico hasta las montañas del Cáucaso.

Castillo de Wawel

Patio interior del castillo

              Al entrar el país en declive a principios del siglo XVIII, como no podía ser de otra manera, la ciudad, igual que el resto del país empezó cambiar de manos. Pasó, desde ser un protectorado francés en el Gran Ducado de Varsovia, a ser La Ciudad Libre, a formar parte del imperio Austro-Húngaro y hasta ser cuartel general de los germanos durante una parte de la I Guerra Mundial, para terminar siendo la sede del Gobierno General, una región especial dentro del territorio nazi el día 4 de noviembre de 1939. La jefatura de aquella región la ostentó el infame Hans Frank, que quiso convertir la ciudad en una urbe completamente alemana, enviado a los campos de concentración a decenas de miles de sus habitantes, entre ellos casi toda la población judía, que en aquellos tiempos era bastante numerosa. Justamente en Cracovia tuvo lugar la famosa historia de Oscar Schindler, una heroica actuación que el famoso director americano Steven Sprielberg trasladó a la gran pantalla bajo el título “La lista de Schindler”. Hoy en día se puede visitar lo que queda de la fábrica de Schindler. Desde siempre Cracovia ha sido considerada como capital cultural del país. Lo atestiguan numeroso teatros, clubes de música, cabarets, salas de cine, galerías del arte de toda clase, 28 museos y festivales. En el año 2000 la ciudad se convirtió en la sede de la Capital Europea de Cultura. Junto con el de la ciudad de Quito, su casco antiguo fue declarado como Patrimonio de la Humanidad. Fue una de las pocas ciudades que se salvaron milagrosamente de la barbarie nazi. Habían minado toda la ciudad, pero el rápido avance las tropas rusas les impidió volarla, tal y como era su intención. Sus razones tenían pero no voy a aburrirles con la historia.
           
una de las calles del casco antiguo

todo está muy bien cuidado

la Pequeña Plaza del Mercado 
     

               Para los turistas, Cracovia es una de las ciudades de visita obligatoria y además debería ocupar los más altos lugares en la lista de “pendientes de ver”. Tienen un casco antiguo extraordinariamente conservado, a lo que añade numerosos restaurantes con excelente comida y muy buenos precios, un ambiente lleno de juventud pero a la vez con muchísima cultura emanando de todos los rincones. 
ambiente a todas horas

no podían faltar las palomas 

uno de los antiguos accesos a la ciudad

rico, rico...

                El barrio judío de Kazimierz con la única sinagoga que se salvó, típicos restaurantes, pequeños, coquetos, que se ubican en los bajos de las casas, la música klezmer, talleres artesanales de toda clase, pequeñas galerías de arte, todo esto a un corto paseo desde la Plaza del Mercado – el punto clave de la ciudad. Los 40.000 m² de superficie la convierten en la plaza medieval más grande de Europa. Rodeada por antiguas e históricas casas, palacetes, iglesias, en su centro alberga el edificio de Sukiennice (Lonja de Paños), donde se pueden adquirir toda clase de recuerdos, así como los típicos productos artesanales, desde tallas de madera a bordados de lino, abrigos de pieles, cristalería de alta calidad, típicas zapatillas de los montañeses elaboradas con cuero o finísimas “wycinanki” – autenticas obras de arte de papel de colores, recortadas con las tijeras de esquilmar las ovejas; son únicas. 
Plaza del Mercado

Sukiennice...

...o lo que es lo mismo - Lonja de Paños

interior de la Lonja de Paños

hay de todo - para gustos, colores

                El casco antiguo está dominado desde la colina de Wawel por un castillo – fortaleza, que durante siglos fue la residencia de los reyes polacos. Allí mismo se encuentra la preciosa Catedral de Cracovia, que no es quizás de las más grandes pero sí muy bonita por dentro. En la misma yacen los restos de los reyes y las personas más importantes en la historia del país. 
Catedral de Wawel

detalle del interior de la catedral (no permiten hacer fotos)

                Como corresponde a una sociedad muy católica, en Cracovia hay más de 130 iglesias, entre las que destaca La Basílica de Santa María (Kosciol Mariacki) construida por los ciudadanos a finales del siglo XIV para rivalizar con la Catedral de Wawel. Construida en ladrillo, de estilo gótico, su interior es impresionante, destacando un retablo de madera con figuras de tamaño natural elaborado por Wit Stwosz. Más de 22 años tardó el artista en terminar la inmensa obra que supera los 12m de ancho por 11m de alto y que acoge más de 200 figuras. En la ciudad hay numerosos recordatorios dedicados al papa Juan Pablo II, pontífice que fue arzobispo de Cracovia y que aunque nació en la cercana ciudad de Wadowice, los cracovianos le consideran como “suyo”. 
Basílica de Santa María

altar mayor

el retablo de Wit Stwosz

órgano de la iglesia

se han cuidado al máximo los detalles

detalle de la decoración de la basílica

                  La verdad es que la ciudad posee tantos atractivos que hacen falta unos días para verlos, más aun teniendo en cuenta que en las cercanías de Cracovia hay varios lugares de interés. Uno de ellos y no exactamente en la ciudad sino a escasos 12 km. es la mina de sal de Wieliczka. Es algo único. Tiene 3,5 kilómetros de galerías habilitadas para las visitas turísticas (en total hay más de 300 km.) que llegan a más de 320 m. de profundidad. Su recorrido muestra la historia y la importancia de esta mina que se empezó a explotar hace ya 800 años. En aquellos tiempos y dada la ubicación de la misma, la sal fue una muy importante fuente de riqueza, ya que la de procedencia marina no se encontraba en cientos de kilómetros a la redonda. Todo lo que hay dentro de la mina esta hecho de sal. Los suelos, por supuesto las paredes, numerosas esculturas, bajo relieves…, hasta los candelabros y las lámparas están elaborados de sal. El colofón de la visita es la maravillosa Capilla de Santa Kinga. Es difícil describir su magnitud y belleza. Uno no da crédito a que algo tan complicado y grande puede estar hecho de sal, además con unos detalles increíbles. La mina de Wieliczka está declarada por la UNESCO como Patrimonio de la Humanidad desde 1978.
entrando a la mina de sal

sal por los cuatro costados

así trabajaban los mineros...

...los enanitos lo tenían algo más fácil

algunas salas son enormes

uno de los relieves...


...hay muchos

capilla de Santa Kinga

todo está esculpido en sal

así de impresionante es la capilla
Resumiendo: no se puede dejar de visitar Cracovia. Hay muy pocas ciudades medievales tan bien conservadas y con tanto atractivo. Desde su historia, su arquitectura, el increíble ambiente en las calles, la cultura, los museos, su excelente gastronomía con unos precios muy ajustados y unos magníficos bares y restaurantes (uno de ellos Wierzynek, donde allá por el año 1364 se celebraban bodas reales)… y si a todo esto añadimos la amabilidad y la alegría con la que los cracovianos acogen los visitantes, la opción es clara - ¡Cracovia!
P.D.
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