Oslo, la capital de Noruega, es la
tercera ciudad más grande de Escandinavia, después de Copenhague y Estocolmo.
Se estima que en su área urbana vive casi un millón de personas y otro medio
millón más en su área metropolitana. Convertida en la capital en el año 1314,
perdió su estatus capitalino después de la unión de Noruega con Dinamarca. También
cambió su nombre pasando a llamarse Cristiania, después de un gran incendio que
arraso la ciudad en el año 1624, recuperándolo el día 1 de enero de 1925.
Fundada alrededor de la mitad del siglo XI, empezó a tener importancia a
principios del siglo XIV cuando el rey Haakon V decidió establecer ahí su
residencia permanente, ordenando construir el castillo Akershus. Varios
incendios a lo largo de los siglos destruyeron la ciudad, pero en todas las
ocasiones fue reconstruida.
Hoy día Oslo es una ciudad que encontró un perfecto
equilibrio entre su historia y los tiempos modernos. Podemos encontrar muchos
ejemplos de “convivencia” en muy buena harmonía de antiguos edificios con otros
más modernos y vanguardistas. No en vano Noruega es famosa mundialmente por sus
diseños; arquitectura, interiorismo, diseño gráfico…, hasta elementos de uso
diario como utensilios.
La situación geográfica condicionan y mucho el
estilo de vida de los noruegos. La capital está situada en la cabecera del
fiordo del mismo nombre y está rodeada por cerros y montañas. El clima
continental húmedo se caracteriza por veranos frescos y temperaturas máximas que
entre junio y agosto pueden llegar por encima de los 30ºC. Los inviernos son largos
y fríos, aunque éste no suele ser extremo debido a su cercanía al mar Atlántico.
La temperatura media es de -7ºC en los meses de enero y febrero. Otro de los
factores que condicionan la vida diaria son las horas de la luz diurna, apenas
unas 6 horas durante el invierno y días muy largos de hasta 18 horas de sol en
verano. No obstante, a los noruegos les encanta estar al aire libre y tanto en
verano como en invierno se dedican a multitud de actividades en el exterior que
tienen a su alcance. Bicicletas, deportes de invierno en todas sus modalidades,
senderismo, deportes náuticos de toda clase, museos al aire libre y parques
invitan a salir de casa. Si a todo esto añadimos una excelente red de
transporte público y los preciosos paisajes que rodean la ciudad, no es de
extrañar que los fines de semana todo Oslo esté en la calle.
Durante el
invierno, a pocos kilómetros del centro de la ciudad, se encuentra el barrio de
Holmennkolen, un área de recreo que cuenta con su famoso trampolín de saltos de
esquí. Os animo a subir y experimentar la sensación que sienten los saltadores
mirando hacia abajo -la verdad es que impresiona. También se puede visitar un
pequeño pero muy logrado museo dedicado a este deporte. Alrededor existen
multitud de pistas de esquí de diferentes niveles de dificultad. Estos mismos
en verano se convierten en pistas para las bicicletas y el senderismo. Los que no
son tan aficionados a éste deporte encuentran multitud de atracciones en la
ciudad. Para empezar lo recomendable y casi imprescindible es adquirir Oslo
Pass. Este boleto nos proporciona transporte gratuito, entradas a numerosos
museos, al mencionado trampolín de saltos y su museo, acceso gratuito a las
piscinas públicas, aparcamiento gratuito en los aparcamientos municipales y
descuentos para muchas otras atracciones y actividades.
En Oslo hay muchos y
muy interesantes museos. Cabe destacar la calidad de las instalaciones; todas
son impecables. Se necesitan algunos días para poder visitarlos, pero merece la
pena. Los “imprescindibles” serian: El
Museo Kon-Tiki, de los Barcos Vikingos, del Pueblo Noruego, de Munch, Museo del
Esquí en Holmennkolen, la Galería Nacional y el museo Marítimo Noruego donde se
encuentra la nave polar Fram, la más resistente del mundo. Además de estos es
de obligada visita el Ayuntamiento de la Ciudad de Oslo, donde se entrega el
premio Nobel de la Paz y donde se pueden visitar casi todas las salas que son
espectaculares.
Todo esto sin olvidar el increíble parque Vigeland, el más
visitado del país, nombrado en honor del famoso escultor noruego Gustav
Vigeland. Decenas de preciosas esculturas al aire libre están ahí para
contemplar incluido el famoso Monolito, una obra de 17 metros de altura
esculpida en un monolito de granito con 121 figuras humanas entrelazadas, obra
de un genio. Pero todavía nos queda más atracciones. El castillo y la fortaleza
de Akershus que desde una colina domina la ciudad, el Palacio Real con sus
guardias a la entrada y donde no se ven ningunas medidas extremas de seguridad,
cosa que es de agradecer, Ekebergparken que es otro parque de esculturas de
artistas internacionales de renombre.
Operahuset (la Ópera de Oslo) es un aparte. Una
maravilla diseñada por el estudio de arquitectura noruega Snøhetta, inaugurada
en el año 2008. Inspirada en un tempano de hielo emergiendo del mar, esta obra
del mármol blanco de Carrara y cristal puede acomodar casi 1.400 espectadores y
su escenario principal se encuentra a más de 15 metros bajo del nivel del mar.
Éste ha sido el proyecto ganador del Festival Mundial de Arquitectura del año 2008.
Da igual desde donde se contemple este magnífico edificio –impresiona. Además, está
rodeado por una serie de modernos edificios de un alto valor arquitectónico. El
conjunto es espectacular.
El centro de la ciudad (el casco antiguo) también es
digno de mención. Calles llenas de vida, bares, cafés, restaurantes con comidas
de todas las partes del mundo, edificios neoclásicos, todo esto lleno de gente
que disfruta de su elevado nivel de vida. La ciudad no es precisamente de las
baratas, ni medianamente baratas, ni medianamente caras –es cara. Los lugareños
dicen que no es para tanto, probablemente para ellos no. Esto no quiere decir
que sea prohibitivo visitar Oslo. Se puede, pero hay que planificar bien y
aprovechar algunas de las posibilidades que nos brinda, como el mencionado
anteriormente Oslo Pass. Se nota y bastante, la masiva llegada de inmigrantes,
pero de momento esto no presenta mayor problema y la seguridad es absoluta. En
esto seguramente ayuda la educación de los noruegos. Para ellos la palabra
corrupción prácticamente no existe, las leyes se cumplen y se les aplica de
igual manera tanto a los locales como a los foráneos que se han establecido o
quieren establecerse en el país. Hay que reconocer que para los visitantes las infraestructuras son buenas, muy buenas.
A lo mejor las habitaciones de los hoteles de mediana categoría pueden resultar
un poco pequeñas comparándolas con nuestros estándares, pero los
establecimientos son limpios, el personal atento y amable y todo funciona bien. Para terminar una curiosidad; en pocos lugares del mundo desarrollado
he visto tantos cochecitos con bebes…por algo será.
Resumiendo: a pesar de que no es un destino barato,
merece la pena hacer un esfuerzo para visitar Oslo. Una ciudad muy bonita, muy
amigable y cómoda para los visitantes, con multitud de atracciones de toda
índole y para todos, desde niños pequeños hasta bisabuelos. Para los más
atrevidos –intenten Oslo en invierno, es espectacular.
P.D.
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